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Parte 11: La Muerte de Jesús

Jesús vino deliberadamente a la Tierra para morir por nuestros pecados.

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La muerte de Jesús no fue accidental.

Él vino deliberadamente a la Tierra para morir por nuestros pecados. "Mientras Jesús subía a Jerusalén, llevó a los doce discípulos aparte y les contó en privado lo que le iba a suceder. «Escuchen —les dijo—, subimos a Jerusalén, donde el Hijo del Hombre será traicionado y entregado a los principales sacerdotes y a los maestros de la ley religiosa. Lo condenarán a muerte. Luego lo entregarán a los romanos para que se burlen de él, lo azoten con un látigo y lo crucifiquen; pero al tercer día, se levantará de los muertos". (Mateo 20:17-18) "Toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada a medida que Jesús entraba. «¿Quién es este?», preguntaban. Y las multitudes contestaban: «Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea". (Mateo 21:10-11)

Mientras Jesús continuaba enseñando y ayudando a la gente, se estaba organizando un complot contra El.

"Se acercaba el Festival de los Panes sin Levadura, también llamado Pascua. Los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa tramaban de qué manera matar a Jesús, pero tenían miedo de la reacción de la gente". Entonces Judas "fue a ver a los principales sacerdotes y a los capitanes de la guardia del templo para hablar con ellos sobre la mejor manera de traicionar a Jesús. Ellos quedaron complacidos y prometieron darle dinero. Judas aceptó y comenzó a buscar una oportunidad para traicionar a Jesús de modo que ellos pudieran arrestarlo cuando las multitudes no estuvieran rodeándolo". (Lucas 22:1-6)

La noche antes de ser crucificado, Jesús reunió a Sus discípulos para una última cena.

"Mientras comían, Jesús tomó un poco de pan y lo bendijo. Luego lo partió en trozos, lo dio a sus discípulos y dijo: «Tómenlo y cómanlo, porque esto es mi cuerpo».

..."Y tomó en sus manos una copa de vino y dio gracias a Dios por ella. Se la dio a ellos y dijo: «Cada uno de ustedes beba de la copa, 28 porque esto es mi sangre, la cual confirma el pacto entre Dios y su pueblo. Es derramada como sacrificio para perdonar los pecados de muchos". (Mateo 26:26-28)

Luego de la cena, Jesús se fue con Sus discípulos a un lugar callado para orar.

Mientras Jesús hablaba, Judas llego "junto con una multitud de hombres armados con espadas y palos. Los habían enviado los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo… Entonces los otros agarraron a Jesús y lo arrestaron..." (Mateo 26:47-50a)

“Luego la gente que había arrestado a Jesús lo llevó a la casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la ley religiosa y los ancianos… Los principales sacerdotes y todo el Concilio Supremo intentaban encontrar testigos que mintieran acerca de Jesús para poder ejecutarlo. Sin embargo, aunque encontraron a muchos que accedieron a dar un falso testimonio, no pudieron usar el testimonio de ninguno." (Mateo 26:59-60)

"Entonces el sumo sacerdote le dijo: —Te exijo, en el nombre del Dios viviente, que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios.

Jesús respondió: —Tú lo has dicho; y en el futuro verán al Hijo del Hombre sentado en el lugar de poder, a la derecha de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.

Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras en señal de horror y dijo: ¡«Blasfemia! ¿Para qué necesitamos más testigos? Todos han oído la blasfemia que dijo. ¿Cuál es el veredicto»?

«¡Culpable! —gritaron—. ¡Merece morir»!

Entonces comenzaron a escupirle en la cara a Jesús y a darle puñetazos". (Mateo 26:63b-66)

Entonces llevaron a Jesús ante Pilato, el gobernador romano, "—¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó el gobernador.

—Tú lo has dicho —contestó Jesús." (Mateo 27:11b)

Pilato estuvo de acuerdo en mandar a crucificar a Jesús.

Pilato, "mandó azotar a Jesús con un látigo que tenía puntas de plomo, y después lo entregó a los soldados romanos para que lo crucificaran. Algunos de los soldados del gobernador llevaron a Jesús al cuartel y llamaron a todo el regimiento. Le quitaron la ropa y le pusieron un manto escarlata. Armaron una corona con ramas de espinos y se la pusieron en la cabeza y le colocaron una caña de junco en la mano derecha como si fuera un cetro. Luego se arrodillaron burlonamente delante de él mientras se mofaban: «¡Viva el rey de los judíos!». Lo escupieron, le quitaron la caña de junco y lo golpearon en la cabeza con ella. Cuando al fin se cansaron de hacerle burla, le quitaron el manto y volvieron a ponerle su propia ropa. Luego lo llevaron para crucificarlo.

En el camino, se encontraron con un hombre llamado Simón, quien era de Cirene, y los soldados lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. Salieron a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»). Los soldados le dieron a Jesús vino mezclado con hiel amarga, pero cuando la probó, se negó a beberla. Después de clavarlo en la cruz, los soldados sortearon su ropa tirando los dados. Luego se sentaron alrededor e hicieron guardia mientras él estaba colgado allí. Encima de la cabeza de Jesús, colocaron un letrero, que anunciaba el cargo en su contra. Decía: «Este es Jesús, el Rey de los judíos». Con él crucificaron a dos revolucionarios, uno a su derecha y otro a su izquierda. La gente que pasaba por allí gritaba insultos y movía la cabeza en forma burlona. «¡Pero mírate ahora! —le gritaban—. Dijiste que ibas a destruir el templo y a reconstruirlo en tres días. Muy bien, si eres el Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz».

Los principales sacerdotes, los maestros de la ley religiosa y los ancianos también se burlaban de Jesús. «Salvó a otros —se mofaban—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! Con que es el Rey de Israel, ¿no? ¡Que baje de la cruz ahora mismo y creeremos en él! Confió en Dios, entonces, ¡que Dios lo rescate ahora si lo quiere! Pues dijo: “Soy el Hijo de Dios”». Hasta los revolucionarios que estaban crucificados con Jesús se burlaban de él de la misma manera.

Al mediodía, la tierra se llenó de oscuridad hasta las tres de la tarde. A eso de las tres de la tarde, Jesús clamó en voz fuerte: «Eli, Eli,¿lema sabactani?», que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»… Entonces Jesús volvió a gritar y entregó su espíritu. En ese momento, la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló, las rocas se partieron en dos, y las tumbas se abrieron. Los cuerpos de muchos hombres y mujeres justos que habían muerto resucitaron. Salieron del cementerio luego de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad de Jerusalén y se aparecieron a mucha gente. El oficial romano y los otros soldados que estaban en la crucifixión quedaron aterrorizados por el terremoto y por todo lo que había sucedido. Dijeron: «¡Este hombre era verdaderamente el Hijo de Dios!». (Mateo 27:26b-54)

Parecía que Jesús había sufrido la derrota final.

--una muerte horrible y humillante en la cruz. Pero al hacerlo, Él pagó el precio máximo por el pecado, permitiendo así que los que confían en Él sean libres. "Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo". (2 Corintios 5:21) Él voluntariamente recibió el juicio y la muerte que nosotros merecemos por nuestros pecados, para que nosotros podamos ser libres cuando le recibimos como nuestro Señor y Salvador.

Parte 12: La Resurrección de Jesús

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