¿Qué dice la Biblia acerca de la Confesión?
Hasta los Reyes confiesan sus pecados.
Pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.
Existen dos tipos de confesión en la Biblia: una confesión inicial de fe en Jesucristo, y una consecuente confesión de nuestros pecados a Dios.
Una confesión de fe es la acción que usted necesita hacer para ser un creyente en Jesucristo y recibir el regalo de la vida eterna que solo Él ofrece. Romanos 10:9 dice que “... Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos.” La salvación verdadera es una acción del corazón, no solo en la mente. No parece ser una decisión compleja, pero es la más importante decisión de su vida.
Jesús continúa diciendo en Mateo 10:32: “Todo aquel que me reconozca en público aquí en la tierra también lo reconoceré delante de mi Padre en el cielo.” Una vez usted es creyente, no es requisito que usted confiese su fe cada vez que peque, pero si está llamado a confesarle al Señor en el momento que usted se de percate de haber pecado (ver 1 Juan 1:9 arriba). Cuando usted admite su pecado, está confesando que ciertamente es el pecado lo que le separa a usted de Cristo, y usted está de acuerdo que Cristo es la única persona quien puede cubrir ese pecado.
Como Creyente en Jesucristo, ¿Por Qué debo Confesar mis Pecados?
Después que usted es un creyente, ¿confiesa usted sus pecados para poder permanecer salvo? No; La Biblia nos dice que una vez usted sea salvo (acepte a Jesucristo como su Señor y Salvador), usted permanece sellado: Efesios 1:13 dice: “Y ahora ustedes, también han oído la verdad, la Buena Noticia de que Dios los salva. Además, cuando creyeron en Cristo, Dios los identificó como suyos al darles el Espíritu Santo...” En el momento de la confesión, el Espíritu Santo, quien es el Espíritu de Jesús, viene a vivir en su corazón. Romanos 8:9 dice: “Pero ustedes no están dominados por su naturaleza pecaminosa. Son controlados por el Espíritu si el Espíritu de Dios vive en ustedes. (Y recuerden que los que no tienen al Espíritu de Cristo en ellos, de ninguna manera pertenecen a él).” Continuamente confesamos nuestros pecados no para preservar nuestra salvación, sino para mantenernos en comunión con Él, quien nos salvó.
Una Confesión de Pecado por un Rey
Millones conocen la historia del joven David, quien derrotó a un gigante filisteo de nueve pies, Goliat (1 Samuel 17:39-50). David fue ungido por Dios para convertirse en el Rey de Israel, sin embargo, es también un excelente ejemplo de cómo un gran hombre pudo cometer pecados terribles.
La historia es relatada en 2 Samuel 11 y 12: Cuando él era Rey, David tuvo un romance con una mujer llamada Betsabé el cual resultó en un embarazo que amenazaba hacer público el romance. Tratando de encubrirlo, David trajo a Urías, el esposo de Betsabé, de regreso de la batalla, para que se acostara con su esposa. Urías pensó que era más importante enfocarse en su trabajo como soldado mientras Israel estaba en la guerra, por lo que declinó la oportunidad de ir a su hogar con Betsabé. David entonces escribió una carta, la cual fue entregada por Urías, instruyendo a su comandante a enviar a Urías a morir en el frente de la batalla.
El tiempo pasó, y David pensó que su plan había tenido éxito. Pero el profeta Natán sabía lo que había sucedido (la Biblia no nos dice cómo lo supo), y él confronto a David con su gran pecado. 2 Samuel 12:13-14 dice “¡He pecado contra el Señor! —reconoció David ante Natán.”
Después, David escribió el Salmo de confesión (Salmo 51) que es una plegaria a Dios por misericordia, perdón y limpieza. “Ten misericordia de mí, oh Dios, debido a tu amor inagotable; a causa de tu gran compasión, borra la mancha de mis pecados. Lávame de la culpa hasta que quede limpio y purifícame de mis pecados.
Pues reconozco mis rebeliones; día y noche me persiguen.Contra ti y solo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo” David muestra que él genuinamente estaba arrepentido por sus pecados. Por David haberse arrepentido, Dios misericordiosamente le perdonó. Él (Dios) podrá hacer lo mismo por usted.
Si aún no lo ha hecho, abierta y honestamente confiésese ante Dios y acepte a Jesucristo como su Señor y Salvador. Cada vez que sienta la convicción del Espíritu Santo acerca de algún pecado, ¡confiéselo! El Rey David no pudo esconder su pecado y tampoco podemos hacerlo ni usted ni yo. No tan solo David sintió el efecto de su propio pecado, también afectó a Betsabé, quien vio a su esposo asesinado y a su bebé morir. El pecado de David había creado una separación entre él y Dios, y él tuvo que arrepentirse y confesarlo para poder estar justificado ante Dios nuevamente. Cuando usted peca, usted debería también pedirle a Dios: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí.” (Salmos 51:10) David admitió, “Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano” (Salmos 32:3-4) No espere sentir la mano dura de Dios. Tome el tiempo para confesarse con Dios diariamente.
Ore esta semana:
Jesús, deseo confesar que creo en Tí con todo mí corazón. Por favor ayudame. En el nombre de Jesús, Amén.