“Pues el Señor es justo y ama la justicia; los íntegros verán su rostro.”
Mis manos sudaban y mi corazón palpitaba cuando me senté rígidamente en esa silla del tribunal hace casi 20 años.
Mis primeros días como intérprete del tribunal fueron agotadores y duros, y el estrés casi acabó conmigo.
“Señora Eckles, acérquese al estrado”, dijo el juez durante una sesión.
Me paralizé, tragué grueso y me dirigí hacia él.
Temblaba. Los jueces juzgan a uno, aplican castigos y a veces incluso determinan nuestro destino.
Para mi gran asombro, en vez de una reprimenda, sus palabras afirmaron y alabaron mi trabajo como intérprete, sin dureza ni condenación.
Al acercarse al estrado divino de Dios, espero que usted no haga lo mismo que hice yo al ir hacia aquel juez. Cuando aceptamos a Cristo y Él vive en nosotros, Sus palabras suenan diferentes de lo que esperamos. En lugar de regañar, Él da promesas de tranquilidad. Más que castigo, extiende misericordia. En vez de condena, Él nos da el perdón.
Mientras el mundo se convierte en un lugar cada vez más desafiante para vivir, Él nos da Su palabra que habla a nuestra alma:
Si usted confía en el carácter de Dios, no debe temer de los hombres.
Cuando somos juzgados por otros, insultados por unos y rechazados por muchos, nuestra alma declara: “En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo? ¿Qué pueden hacerme unos simples mortales? (Salmo 56:11)
Si usted confía en el poder de Dios, no tendrá que ser fuerte.
Mientras somos débiles en las pruebas y nuestras fuerzas merman, declaramos: “Lo he oído muchas veces: el poder, oh Dios, te pertenece a ti; el amor inagotable, oh Señor, es tuyo.” (Salmo 62:11-12)
Si usted confía en el plan de Dios, no necesita tener todas las respuestas.
Cuando fallamos, recordamos que Jesús convirtió el fracaso en victoria a través de Su compasión. Cuando estamos confundidos, Él trae claridad… “Dios no envió a su Hijo (Jesús) al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él”. (Juan 3:17)
Ore esta semana:
Padre, mi temor a Tu juicio se ha convertido en gratitud porque Tu amor gobierna, Tus acciones, y Tu misericordia y compasión dictan mi destino. Gracias, en el nombre de Jesús. Amén.
¿Qué va a escuchar del estrado de Dios? ¿Cómo se juzga a sí mismo cuando falla? ¿Qué hará usted cuando enfrente el juicio divino?